Cantos de marineros
despiden sus amores en cada puerto.
Algo sé de tu historia,
cuando eras un misterio,
y nos lanzábamos a surcar tu espalda
y a descubrir tu cuerpo.
Hoy te sabemos toda,
ya te pusimos nombres,
te inventamos un dios
y saboreamos tu sal en nuestra boca.
Algo escondes,
dentro de ti algo escondes,
como mínimo algún barco pirata,
y los cuerpos de quienes se atrevieron
a besarte en los labios con desgana.
En busca de tesoros,
del oro en nuevos mundos,
de islas desiertas donde habitar los sueños;
en busca del milagro del pan y de los peces
aún hay quien, santiguándose, se abandona
a tu bendita suerte.
Tienes miedo,
sé bien que tienes miedo
a asomarte demasiado a mis costas.
Y me rozas, suavemente me rozas,
y me dejas tu voz en una concha.
Y te vuelves adentro,
hundiéndote en el fondo,
con tus monstruos marinos y otras leyendas.
Y en tu vaivén antiguo
flota desde hace tiempo una botella con un mensaje escrito
que cuenta tus secretos.
Cantos de marineros
despiden sus amores en cada puerto.
Las luces de la sala se apagan, y Habanera comienza a sonar... Me veo trasladada de nuevo a Tortuga... a la noche fría camino del Infern, a la herrería recóndita y al puerto donde ya no quedan barcos para escapar.
Habanera... está escrita para nosotros, para que sepa que me escondes algo, que hay cosas de ti que nadie sabe, ni siquiera yo, ni siquiera tu ángel, ni siquiera la dulce Dama de la Luna... ¿como puedo pretendender adentrarme en tus abismos?
Habanera no habla de un fin de semana en el monte, solo habla de una noche caribeña y de lo que se llevó con ella. De una noche en que me entregué a tu protección plegando mis alas y acurrucandome en tu regazo durante las horas de las brujas, de los piratas, de los hombres del saco... Durante las horas de los amantes furtivos, de las prostitutas de precio estipulado por el hambre, de los borrachos ebrios de poder e indignidad, de los maltratadores... Durante las horas en las que Morfeo cuida de los que merecen el descanso y tortura a quienes no lo ganaron.
Mis costas... las riberas de mi cuerpo, a veces calmadas y tranquilas como el lago donde juegan las ninfas, a veces bravas y fragantes como los peores acantilados de la Costa da Morte... Entiendo tu miedo, entiendo que no te quieras asomar... me has reconocido como sirena, como la embaucadora que soy, y sabes que mi voz no te guiará nunca salvo a los escollos de la perdición... o eso crees.
No puedo pedirte confianza, pero tampoco puedo hacer mas por ganarla... tu botella, tu mensaje... lo he leido, sé lo que quieres y lo que necesitas, pero no me dejas acercarme y braceo incesantemente intentando alcanzarte, luchando contra el miedo que no reconoces tener, luchando contra la razon que te separa del peligro que escondo.
Tu ganas, o pierdes, todo es relativo.
* Habanera, Alejandro Martinez en Volviendo a Casa www.alejandromartinez.es
lunes, 1 de octubre de 2007
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